Discurso geométrico es un encuentro entre la linealidad y lo estructural a través de lo geométrico. Un acercamiento en el que parece entreverse una búsqueda, un anhelo, un deseo de confluencia con la figuración a través de fórmulas pictóricas, planos, líneas y planteamientos cromáticos trabajados desde la planitud o la segunda dimensión.
El peso del color a nivel ditirámbico, jámbico, rítmico genera una especie de estructura musical armónica a partir de los toques, las pinceladas y los matices de esas estructuras formales, elaborada en una dirección u otra según el sentido de los pesos cromáticos y el color.
Las formas figurativas que parecen emerger de lo geométrico recuerdan de algún modo a una parte del imaginario colectivo o a los patrones e imágenes arcaicas universales que derivan de lo inconsciente colectivo en tanto códigos aprehensibles, que son interpretables e interpelables por parte de un emisor y un receptor comunicativo en un intercambio que se establece a partir de la sinaléptica y de códigos semióticos o de la semiótica en sí misma. Se trata de la semiología y del simbolismo como receptáculo, como elemento constructivo, como elemento de conjunto, como elemento de aislamiento de la individualidad. En resumen: lo simbólico como núcleo de referencia y punto de partida de la pintura o de la prospección pictórica.
Lo espiritual parece emanar a partir de esas formas, de lo oculto, de la otredad de la forma, de la alteridad cuando nos detenemos a observar la obra de Raúl García desde una perspectiva psicológica, incluso mística, en el sentido de aquello que desde o entre las formas se abre y emerge a partir de esa inmersión dentro de la profundidad pictórica que generan los planos de color de la propia geometría. Nos imbuimos entonces en un misticismo, una espiritualidad o una metafísica que se sitúa detrás de los colores que van haciéndose una serie de estructuras, de capas, montículos y territorios, incluso, que trascienden en cada uno de los planos de color.
Gracia Iglesias Mínguez